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La sirena


Julia estaba sentada en la orilla de la playa. Siempre que tenía un problema o quería meditar algo se acercaba a ver el mar. El oleaje la tranquilizaba y, a la vez, la ayudaba a evadirse. Estaba convencido de que en otra vida había sido algún tipo de criatura submarina, pues no podría vivir si tuviera el agua lejos de ella.

Hacía poco más de una semana lo que había dejado con Mario y todo se le hizo cuesta arriba. Fue ella misma quien había tomado esa decisión, pues había dejado de sentir esa conexión especial que tanto le atrajo cuando era adolescente. Pese a ello, y por mucho que digan los gurús del amor, es muy difícil dejar de querer a alguien de un día por otro. La intensidad puede disminuir, pero el cariño … eso es otra cosa.


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Desde su toalla miraba al horizonte mientras se enroscaba sus rizos negros en el dedo índice. Era una mujer decidida que siempre llevará la delantera. El carácter lo había heredado de su madre, que desde que era niña le había enseñado que mostrarlo era bastante útil en situaciones determinadas. Sin embargo, ahora he tenido que sufrir un nudo en el estómago y no sabía muy bien cómo digerir su nueva situación.

Estuvo un largo rato cavilando sobre pasado y futuro cuando, de pronto, viola un destello en el agua. Se puso en pie de un salto, pues temía que fuera de alguien que se estaba ahogando, aunque pronto se percató de que no era así. A esas horas del día era difícil ver bañistas, más allá de algún borracho desorientado. Pese a ello, el reflejo persistía y a la joven le podría la curiosidad.

Se acercó al agua. La espuma no tardó en mojarle los pies y en dejarle la piel de gallina. Estaba helada. Vamos, Julia. Será un segundo. Nadas hasta allí, compruebas qué es y te vuelves ”, se convenció a sí misma. La muchacha contó hasta tres y se adentró sin pensarlo demasiado. De haberlo hecho, habíamos vuelto a la toalla, pero ella era una mujer de impulsos.

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Estuvo un largo rato cavilando sobre pasado y futuro cuando, de pronto, viola un destello en el agua ”


Tras unas pocas brazadas acabó alcanzando una botella de cristal. Todo apuntaba a que era eso lo que había provocado el llamativo efecto luminoso. Sin embargo, no era un frasco cualquiera. Tenía inscripciones de diferentes colores por fuera y en su interior había un brazalete dorado y una nota. «Pensaba que esto sólo sucedía en las películas», reflexionó Julia mientras se acercaba de nuevo a su toalla con su nuevo tesoro. Dudó si abrirlo o no, y acabó cediendo. “Si alguien lo ha tirado al mar, seguro que imaginaba que terminaría en las manos de un desconocido. En Hollywood ocurre así ”, dijo Se, mientras desenroscaba el tapón con los dientes. Forcejeó un poco hasta que, finalmente, acabó llegando su recompensa.



La nota estaba milagrosamente en buen estado, pues el agua no había logrado calar en el interior del frasco durante su travesía. El texto estaba escrito en italiano, aunque era fácil de comprender.

il braccialetto magico. Esprimi un desiderio e diventerà realtà–

«Así que un deseo, ¿eh?». Bueno, me guardaré como en la manga para cuando lo necesites, no me gustaría desperdiciarlo. La advertencia escrita detrás de la nota le hizo actuar con prudencia: “Cuidado con lo que desean, los sueños se esperaban. Solo tienes que frotar la perla rosa de la pulsera para comprobarlo ”.

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Un agente se acercó a ella. No se había percatado de su llegada y al verlo se sobresaltó.

–¿Se encuentra bien?

–¿Cómo dados? Sí claro

–Ya sabe que no debería estar aquí a estas horas y más con la que está cayendo.

–¿No puede una vez ver el mar?

–Sí, hoy sí. Aunque probablemente mañana decrete el estado de alarma y entonces tengo mis dudas. Despídase de él por si acaso. Se avecina tormenta.

Julia se sorprendió de la advertencia. Sabía que había un virus devastador haciendo todo a su paso, pero no imaginaba la situación fuera de la tumba como para pedir un mundo que se quedara en casa. No miraba demasiado el telediario. ¿Qué iba a hacer si no podría volver a ver el mar? Era lo único que la tranquilizaba.



A Julia le encantaba el mar y estaba convencida de que en una vida anterior había sido una criatura marina

A Julia le encantaba el mar y estaba convencida de que en una vida anterior había sido una criatura marina
(iStockphoto)




Recogió sus cosas y se despidió del agente antes de que le incordiara más. Al llegar a casa, releyó la nota y se colocó en su escuálida muñeca el brazalete. Lo cierto es que su perla resultaba de lo más hipnotizante, pero tenía que perseguir no frotarla hasta que no fuera estrictamente necesario. Eso no tardó en sufrir. Las semanas siguientes se antojaron interminables. Sabía que terminar una relación no era fácil, pero nunca imaginó que estar encerrada en casa se le iba a hacer tan cuesta arriba. Con su familia no se llevó demasiado bien y Mario no le dirigió la palabra. Tampoco hablaba mucho con sus amigas, que parecían más preocupados por subir ‘Tik Toks’ que por preguntarle cómo se debían.



Recogió sus cosas y se despidió del agente antes de que le incordiara más. Al llegar a casa, releyó la nota y se colocó en su escuálida muñeca el brazalete ”





La soledad le envolvía desde hacía días. Ella, que siempre había estado rodeada de gente y ahora no tenía con quién mantener una conversación que no estaría vacía. Solo de pensarlo le entraba inquietud. Saber que no podía salir de esas cuatro paredes le agobiaba y tampoco tenía a quién hacer una videollamada. Las nuevas tecnologías no se le daban demasiado bien y apenas tenía la oportunidad de conectar con el mundo exterior, más allá de cuando tocaba la basura o hacer la compra. Dos cosas que tampoco le hacían demasiada gracia, pues siempre se le empañaban las gafas cuando se ponía la mascarilla. Nunca pensé que fuera a vivir algo así y más en un momento en el que tanta falta le hizo el calor de los suyos.

Tras un rato atareada se tumbó en la cama. Había pasado las dos últimas horas desinfectando la compra, fregando el piso con lejía y lavándose las manos, pero al fin había terminado. Contempló el enorme cuadro que tenía colgado en su habitación. Era una fotografía ni más ni menos que del mar. Intuitivamente, miró el brazalete, al que tuvieron varios días sin sufrir demasiado caso. «Y si …»

La bombilla se encendió en la cabeza de Julia. Había llegado el momento de comprobar si la gema tenía o no poderes. No es que creyera demasiado en estas cosas, pero al fin y al cabo alguien había tirado la joya al mar por alguna razón. Quería desconectar de todo por un tiempo y se le había ocurrido la forma: convertirse en sirena. Sonaba a locura pero por intentarlo no perdía nada. Bajo el mar no intentamos peligro de contagio y podríamos explorar todos los rincones habidos y por haber. Sería como una de esas apasionantes clases de buceo en las que se aplicó el verano pasado, pero de forma permanente y sin miedo a quedarse sin oxígeno. Y cuando todo volviera a la normalidad, podría regresar a su casa.





Había llegado el momento de comprobar si la gema tenía o no poderes. No es que creyera demasiado en estas cosas, pero al fin y al cabo alguien había tirado la joya al mar por alguna razón ”


Pasó el dedo por encima y, tras insistir unos segundos, la perla cambió de color y se volvió azul. Un destello como el que había visto en la playa días atrás, el momento por un instante y, cuando volvió a abrir los ojos, estaba rodeada de agua. Estaba desconcertada. Empezó a agitar las manos, pensando que se ahogaba, hasta que se dio cuenta de que podría respirar a la perfección. Sin embargo, su sorpresa llegó cuando se dio cuenta de que sus pies se transformaron en una elegante y azulada cola de sirena. Y entonces grabó la nota: «Cuidado con lo que desean, los sueños se deberían».

Una sonora carcajada salió de lo más hondo de su alma. Se pellizcó para pedir de que no se trate de un sueño y luego comenzó a nadar. Los peces más pequeños se arremolinaban a su alrededor en busca de protección y junto a su cola le seguía un vivaracho cangrejo que resultó tener dotes musicales. Los animales le daban la compañía que tanto necesitó en esos momentos y a la vez se a salvo a las incertezas del mundo exterior.



Por primera vez en mucho tiempo era feliz. Tanto, que no pensó en tomar precauciones para que no le vieran los humanos. Julia no lo sabe todavía, pero se ha convertido en leyenda. Son muchos los vecinos de la zona que en sus efímeras salidas a la compra han visto su cola de sirena. Por suerte, no podemos acercarse hasta nueva orden. De ser así, ya habrían capturado y habrían hecho todo tipo de experimentos con ella. Pero para cuando eso pase y todo volverá a la normalidad, ella ya habrá regresado a su casa, tal y como deseó. O tal vez no. Tal vez haya descubierto dónde está su nuevo mundo. Para entonces ya estarás nadado muy lejos y estaré fuera de peligro.


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