Hablemos ahora de los Pumas. Eliminaron al Cruz Azul de forma merecida. Fueron intensos e inteligentes y tuvieron la buena suerte que le corresponde al que lo intenta con valentía y sin complejos.
Así como el gran responsable de la humillación que sufrió el equipo propiedad de la cooperativa cementera se llama Robert Dante Siboldi, en el caso de los Pumas el padre del triunfo es hasta el hace muy poco desconocido entrenador de origen argentino Andrés Lillini.
Tuve oportunidad de conocer a Lillini hace cosa de dos años. Me lo presentó con mucho orgullo quien lo contrató, el entonces presidente de los Pumas, Rodrigo Ares de Parga. A Rodrigo le recomendó su contratación José Luis Arce, un hombre ligado a la formación de jugadores en el futbol mexicano con varios equipos, pero particularmente con los Pumas.
A Rodrigo, un presidente del equipo universitario de mucho mejor gestión de lo que muchos quieren reconocerle, le llovieron las críticas por recurrir a un argentino para encabezar un área tan delicada. Pero convencido de lo que estaba haciendo se empeñó y resistió la grilla y la crítica.
Lillini y Ares de Parga se establecieron apenas desde que se conocieron una gran relación. Se hicieron amigos y Andrés se convirtió en una especie de sensei del directivo. Al futbol mexicano lo trajo Álvaro Dávila, para dirigir las fuerzas básicas del Morelia, por recomendación de Darío Franco.
Lillini fue una gran contratación para las fuerzas básicas de los Pumas. Hasta el día que tuvo que ser nombrado como el relevo de Míchel solo se le pudo hacer reconocimientos. A muchos no les parecía que un entrenador de su nivel de responsabilidades pudiera ganar al mes entre 10 mil y 11 mil dólares, pero este hombre venía de trabajar en Rusia, antes en Boca Juniors.
Lo que hoy vive Andrés Lillini no es ninguna historia de cenicientas. Es un hombre estudiado y experimentado y con grandes condiciones para recuperar el espíritu y la garra de los Pumas.
Lillini es un hombre con grandes condiciones para recuperar la garra de los Pumas
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